Muchas veces me planteo que quizá estoy haciendo algo mal cuando, en un momento bonito, en una escena de mi vida, saco la cámara para inmortalizar el momento.
Me explico.
Algo dentro de mí me dice que debería vivir ese instante con plena atención, que disfrutarlo del todo significa eso. Ese pensamiento siempre acecha… aunque generalmente lo echo a un lado y corro a coger la cámara.
Me resulta muy difícil no hacerlo. Y en las ocasiones en las que resisto la tentación, a posteriori, me arrepiento.
Creo que en este arrepentimiento posterior juega en mi contra que mi memoria selectiva se suele nutrir de tonterías varias que van desde una canción infantil o un himno de un partido político (no me odies si ahora lo estás tarareando….) hasta un verso que aprendí en 2º de EGB (sí, EGB), y la muy cabrita en raras ocasiones me permite llegar a esos momentos memorables en los que me gustaría recrearme.
Y ahí es donde entran esas fotos robadas a mi momento mindfulness.
Ellas me permiten anclar un recuerdo y poder volver a él cuando quiera.
Las fotos robadas a ese momento de atención plena me ayudan a no perder detalle de lo bonito de la vida. Porque, a decir verdad, en rara ocasión he sacado la cámara para retratar algo triste. Sí recuerdo fotografías tomadas en momentos tristes, y esas imágenes me llevan a ese momento, pero creo recordar que nunca he sacado la cámara para retratar a alguien que sufre.
Para mi, las fotos son radiografías de cómo me siento, de como recibo y percibo la vida.
LA MÍA.
Y como toda buena radiografía me dicen mucho más de lo que cuentan. Veo una fotografía y puedo volver a sentir como me sentía al tomarla.
Ayer volvía a este pensamiento porque, no entiendo cómo, pero he perdido las fotos de mi erasmus. No las encuentro en ninguna parte.
Ni en mi disco duro.
Ni en Facebook (no existía en ese momento, ¡y menos mal!).
En ninguna parte.
Es un drama de dimensiones ingentes como podrás imaginar, pero algo me dio esperanzas en medio del drama. Y es que puede que me cueste recordar todos los buenos momentos vividos en aquella etapa de mi vida, pero sí recuerdo fotografías que me llevan a esos momentos. Y entonces, respiré tranquila.
Recuerdo una foto con el que hoy es mi marido en un descanso entre exámenes en la universidad. Recuerdo otra en Holanda con mi amiga Zihara visitando a otras amigas (porque si algo supuso el erasmus para mí, fue el perder miedo a las fronteras, a los viajes… abrir la mente de verdad). Recuerdo otra en el salón de nuestra casa sesentera que no podía ser más molona (e incómoda, por cierto ;) ).
Esas fotos jamás se irán de mi memoria (bueno, eso espero… pero digo yo que si han aguantado en ella 17 años es que están bastante bien ancladas), y los recuerdos que asocio a esas fotos, por ende, tampoco lo harán.
Es la magia de la fotografía, que me traslada al momento, y a todos los sentimientos asociados a él.
Así que he decidido vencer a esa parte políticamente correcta que tengo, esa que me fuerza a intentar hacer las cosas lo mejor posible siempre, y lanzarme de lleno a ser una persona pegada a su cámara.
No pienso perder la oportunidad de inmortalizar las risas, las sorpresas, y las confidencias de momentos que sé que me va a encantar retratar y recordar.
Y pienso empezar (o seguir, mejor dicho) esta misma tarde en la quedada que tengo con 3 amigas, con las que me queda la espinita de no tener todavía ninguna foto para el recuerdo.
Y es que no se me ocurre belleza más pura que la de un recuerdo bonito.
** creo que puedo escuchar su grito llamándome en este mismo momento :)
🤣 cuando he empezado a leerte, me he visto a mi y a mi hermana. A ella haciendo fotos, a mi diciéndole que deje el móvil. 🤣.
Entiendo lo que dices, Leire y está bien porque es lo que sientes y piensas sobre un tema que está a la orden del día.
Mi padre se pasa el día con una cámara de vídeo, grabando todo, 🤣, hasta cuando comemos 🤣. Se la regalamos cuando se jubiló . A mi madre la pone de los nervios, pero entiendo que él quiera guardar esos recuerdos, poder revivir nuestras visitas a casa, una vez por año, ver a sus nietos crecer y guardar esas anécdotas que luego quedarán para nosotras cuando él ya no esté.
Supongo que todo tiene su explicación y sus límites. No me gusta inmortalizarlo todo para después verlo en las redes, pero sí tener recuerdos a los que pueda volver.
Gracias por tu publicación. 🥰
Me pasa a diario. Quiero hacer muchas fotos y vídeos a mi hijo de 30 meses, pero después me arrepiento. Quiero que me recuerde sin móvil. Que uso el móvil pero no todo el rato que estoy con él. He llegado a un acuerdo intermedio conmigo misma. Saco el móvil a veces y hago sólo un vídeo o una foto. Algo rápido. Es complicado.