Legado.
Find beauty.
Yo no sé si dejaré un legado más grande que yo misma. Se me escapa.
Pensar en tan grande me hace temblequear un poco, reírme de manera nerviosa y después darme la vuelta y esconderme en mi cueva.
La palabra legado da un poco de vértigo, al menos a mi. Creo que hay conceptos atrapados en palabras que a veces se salen de nuestra área de control.
El otro día escuchaba parte de una entrevista a una actriz y diseñadora, en la que decía que ella no era artista porque la palabra artista le venía muy grande. Me he encontrado con muchas personas corroborando esta premisa: la definición de artista está reservada a personas eruditas, extraterrestres y fuera de lo normal.
Para mi, un artista es aquella persona que es capaz de crear belleza honesta, de la manera que sea. Una actriz, un músico, un arquitecto, una pintora, un escultor, una diseñadora, un paisajista… Puede ser exitoso o no, eso no es lo que me importa. Me importa que su punto de vista sea único, propio, y que se atreva a expresarlo.
Bueno, que me voy por las ramas… el tema es que si bien para mi la palabra artista no tiene ese halo esotérico que hace que sea inalcanzable, la palabra legado sí que lo tiene.
Legado me parece algo gigantesco. Algo por lo que serás nombrado y recordado durante muchas generaciones por personas que no te han conocido personalmente pero sobre las que has ejercido una mejora en sus vidas.
En poco menos de una semana se han ido dos personas que dejan un gran legado. Frank Gehry y Robe.
Frank Gehry me comenzó a acompañar en 1993, cuando, desde mi balcón, vi que empezaba a haber muchas grúas al lado del puente de la Salve. Después me ha acompañado en viajes a la universidad, en citas más o menos ruinosas en sus alrededores y en visitas (como la del lunes pasado) que he podido disfrutar en calma, sintiendo el edificio que ha cambiado mi ciudad para siempre.
Robe creo que empezó a acompañarme un poco más tarde, quizá allá por el 95. Su voz gastada mezclada con esa poesía macarra me llevaron de la mano por fiestas, risas, y algún que otro lloro. En mi segundo despertar adolescente, que os confieso que llevo experimentando unos meses, me reencontré con él y ya no lo solté. Escuchar sus letras desde la madurez de los 43 es un auténtico GOCE, así, en mayúsculas.
Hoy he llorado a Robe, como lloré a Gehry hace unos días. No les conocía, pero son parte de mi vida. Me han aportado, gracias a su manera de ver la vida, belleza, sosiego, calma, risas, disfrute, entendimiento, y, al fin y al cabo, una razón para ver la vida con sentido.
Dos artistas muy diferentes que sin embargo tienen un gran punto en común: han abierto lo que son y cómo sienten para transmitirlo al mundo, para dejar un lugar algo más bonito de lo que encontraron.
Quizá, después de todo, el legado no sea algo tan inalcanzable si nos atrevemos a ser lo que de verdad somos.
Ahí lo dejo ;)
GRACIAS A LOS DOS. SIEMPRE.
“Se le nota en la voz
por dentro es de colores”


