Mi definición de belleza tiende a estar ligada a lo cotidiano. Soy una gran defensora de crear un mundo mejor a través de los pequeños detalles, esos que están a nuestro alcance cada día y en cada momento.
Hace unos días me escapé 15 minutos a ver la exposición de Jaume Plensa en el Espacio Telefónica, en Madrid. Esos 15 minutos se transformaron en hora y media (decidí quedarme sin comer para poder disfrutarla del todo, incluyendo el documental que la cierra) que, la verdad, me sigue quedando corta. Quizá repita.
Conocí la obra de Jaume Plensa gracias a Julia, la cabeza que gobierna la plaza de Colón desde hace unos años. Es enorme, mastodóntica, y a pesar de eso también es elegante, fina, y delicada. Hablar de una escultura delicada de 12 metros de alto no es cualquier cosa, no. Pero la sensibilidad de Jaume hace que cualquier pieza que crea, gigante o enana, sea delicada y bella.
Al entrar en su exposición, a la que iba sin ningún tipo de expectativa, me sorprendió una pieza que ya me dio muchas pistas sobre lo que me iba a encontrar:
Un montaje espectacular. Unas piezas que hablan tanto con el entorno en el que están como con quien las mira. Una belleza tan pura que me hizo perder la noción del tiempo en varias ocasiones.
Tan bello que traspasaba la vista, y se colaba en mi interior.
Y esa me atrevo a decir que es una de las claves más importantes para un artista. Crear piezas que sean capaces de despertarnos y guiarnos hacia un mundo que ni siquiera habíamos intuido que llevábamos dentro. Crear obras cuya belleza sea capaz de conectarnos con algo que puede ser una semilla de cambio, de reconciliación.
Porque la belleza es emoción, es paz, es armonía. A pesar de que estas tres palabras tengan significados diferentes dependiendo de quién las nombre.
Por eso la belleza es totalmente subjetiva. Y ahí radica su magia.
Decía Plensa en su documental (podéis verlo en varias plataformas si no lo habéis hecho ya, se llama ¿Puedes oírme?) que “la uniformizacion es siempre un desastre” y no puedo estar más de acuerdo. Crear espacios genuinos, vidas genuinas, ciudades genuinas con las posibilidades de creación y el conocimiento tan inmenso que tenemos debería ser una obligación moral, sobre todo en una sociedad que cada vez se empeña más en quitar el alma de los objetos, de las ciudades, de las personas, para crear en masa objetos y formas de vida que nos alejan sin remedio de lo que de verdad importa.
Que nos alejan de ese algo en nuestro interior que nos convierte en únicos, en genuinos.
Yo llevo toda mi vida tratando de crear objetos bellos, aunque no haya sido consciente de ello hasta hace poco. Pintando desde pequeña sobre cualquier superficie (lienzos al principio, camisetas y camisas después), o creando piezas que pudiera ponerse alguien para sentirse mejor a través de su belleza.
Hace unos años, esa semilla de la pintura volvió a brotar en mi interior, con una fuerza tan grande que ya no pude dejar de escucharla. Así que volví a los pinceles.
Y el viaje que me ha proporcionado esta vuelta está siendo de lo más intenso que he vivido. Me está permitiendo llegar poco a poco, con mucho tiento, y con mucho asombro, a ese interior del que os hablaba.
Y voy descubriendo, también con mucho asombro, que ese resquicio que se enciende en mi interior al ejecutar cada obra va abriendo caminos en muchas de las personas que las ven, Y eso, qué queréis que os diga, es una magia que me hace saltar de alegría cada vez que lo pienso. Es brutal, estratosférico… ¡la lecheeee!
He tenido la inmensa fortuna de que un espacio tan emblemático en Madrid como el Hotel Emperador me haya propuesto exponer mis obras en su lobby. Sin duda es una oportunidad única que estoy disfrutando como una enana.
Mi amiga Paula Susaeta se ha encargado de comisariar esta primera exposición que se titula “Algo distinto” y que, a lo largo de 11 obras, va mostrando el resultado de un proceso de euforia, análisis y catársis interna de más de un año.
Decir que estoy orgullosa de esas obras se queda muy corto.
Haber encontrado ese resquicio desde el que crear y transmitir la emoción, paz y armonía que es para mi la belleza está siendo uno de los mayores regalos que he recibido jamás.
Ojalá algún día poder llegar a rozar la belleza profunda, inmensa e intensa que plantea Plensa. Por el momento, seguiré en mi empeño de crear un mundo mejor (al menos a pequeña escala), en este caso a través de la belleza en el arte.
Os animo a visitar la exposición si estáis en Madrid (está en el Hotel Emperador, en Gran Via 53 hasta el 15 de Marzo), y, si no podéis, os dejo el único lugar en el que, por el momento, estoy compartiendo las obras (mi instagram @lei.and.art).
Cualquier duda sobre precios o disponibilidad os la podré solucionar en ese mismo canal.
Gracias infinitas por estar ahí :)
Disfruta de este momento Leire, de tu trabajo y esfuerzo. Y también de todo lo que llevas dentro. Un abrazo fuerte
Tus escritos siempre dejan poso. Deseando ver tu exposición. Muxus